Soy el capitán pirata.
He navegado por todos los mares y atracado en todos los puertos.
He raptado mil doncellas arrancándolas del lecho, del regazo de su madre,
de su
tálamo nupcial o de brazos de su amante. No he pedido aún rescate.
Soy el capitán pirata que canto alegre en mi popa
mientras el viento marea
contento las velas de mi barco bergantín.
Soy el capitán pirata, timonel de mi fragata,
que escudriño entre la niebla el
horizonte y, en la distancia,
la isla perdida donde enterraré bajo tierra y a
los pies de una palmera mi tesoro.
He dibujado un mapa con todas sus coordenadas
para que generaciones futuras
sepan donde lo escondí.
He vaciado la botella de ron medio vacía en mi gaznate
y en el lugar que ocupó
el espirituoso elemento he guardado mi mensaje,
que he atado con el lazo de la trenza de mi bella secuestrada
y he sellado con
el beso que su boca encendió para mí.
Si algún día hasta tu playa,
mientras contemplas el sol ponerse en el horizonte
a la caída de la tarde,
ves llegar reverberando confundida entre las olas de
espuma blanquecina,
una botella de ron no la dejes olvidada.
Fue lanzada para ti en un día de tormenta desatada
bajo el fragor de relámpagos
y truenos mientras mi barco se hundía.
Tómala, es tu tesoro.
Reúne a tus amigos,
estrella tu mejor botella de cava o de champan contra su
casco
y bota con ellos un nuevo bajel pirata.
Dirígete a mi isla que será la
tuya.
Busca la palmera solitaria, saca tu pico y tu pala y… excava.
Excava profundo.
Excava profundo.
No creas que mi tesoro lo dejé a flor de piel,
bajo la arena,
a merced de las mareas caprichosas.
No tengas prisa, tienes todo el tiempo del
mundo.
Como nuevo Robinsón, has dejado tu nave exhausta y rota en la orilla,
al pie
del acantilado, y no tienes prisa para volver.
Cuando comiences a cavar encontrarás primero basura, mucha basura.
Latas de
conserva que dejaron tras su paso todas las civilizaciones que allí acamparon
e
hicieron en ella sus orgías o sus ritos funerarios.
No importa, sigue excavando.
Escava primero, después excava.
Excava tan profundo como te permitan tus manos, tu conciencia,
tu inteligencia
y tu corazón heridos.
No desesperes. Tal vez te cueste encontrarlo pero el tesoro está allí
enterrado.
Yo lo escondí, te lo juro.
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